sábado, 19 de noviembre de 2011

LA BASE NAVAL DE GUANTANAMO (Capítulo IV)



(35)

                                                           CAPITULO IV

                                        LA BASE NAVAL DE GUANTANAMO

Antes de subir al ómnibus que nos esperaba, se nos registró las poquitas pertenencias que llevábamos con nosotros. Posteriormente se nos “cacheo” todo el cuerpo con un detector de metales. Con estas medidas estaban evitando que alguien pudiera entrar con armas a los campamentos.
Nos acomodamos 48 personas en la guagua. El ambiente era agradable: aire acondicionado, música americana suave, chicles  y  caramelos.
Se dió la orden de partida para los campamentos. Ni el chofer, ni el custodio hablaban español. El único que se defendía algo con el inglés era Paquito, pero no para sostener uan conversación.
Salimos del área del Aeropuerto y nos adentramos en el centro del poblado (a mi me pareció una ciudad desarrollada). Por supuesto se notaba una enorme diferencia entre esta parte de Cuba y  la parte que  habíamos dejado atrás.
Las calles se encontraban limpias y ordenadas, además de asfaltadas impecablemente. Las señales del tránsito estaban recientemente pintadas con pintura fosforescente y los semáforos funcionaban 100%
Por calles y avenidas se desplazaban autos nuevos y de diferentes modelos; había una buena afluencia de carros a esa hora de la mañana.
Las casas, en su mayoría, eran de dos plantas y fabricadas de zinc y madera, cercadas con cerca “perlees”a dos metros de altura. El césped de todas se encontraba podado impecablemente y sus jardines bien cuidados.
Todo se encontraba limpio y ordenado. Una limpieza y pulcritud dignas de admirar, al menos para nosotros los cubanos que veníamos de uno de los países más abandonados y pobres del mundo.  Tuve la impresión que me encontraba en otro pais y no en la tierra que me vio nacer.
 Muy en contrastante con nuestra realidad, donde las calles y avenidas están destruidas; el poco asfalto que tienen no garantiza el mantenerse en buen estado de transito, por lo que los “baches” son muchos y profundos; Las señales de tráficos son pocas y los semáforos, en su mayoría no trabajan; los edificios se encuentran con falta de pintura y mantenimiento. Un gran número de éstos se encuentran apuntalados o derrumbados. En cualquier parte céntrica de la ciudad donde se vea un parque, indica que ahí hubo una vez un edificio. Los autos que se ven transitando son de los años 40-50. Se mantienen funcionados gracias a las inventivas de nuestros mecánicos. Mientras muchos autos estatales permanecen  tirados en un rincón del cementerio de autos del gobierno.
Sólo los autos y  residencias de los “Pinchos” se mantienen impecables, prueba inequívoca del nivel de vida de estos bandidos; así como la de los diplomáticos y extranjeros acreditados en la Isla. Todos ellos gozan de los privilegios que les brinda el  sistema comunista, mientras el pueblo vive en la mayor miseria, marginación y discriminación.

Continuará


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viernes, 18 de noviembre de 2011

EL GUARDACOSTA AMERICANO (CAPITULO lll) Continuación




(34)

 
Van a ser atendidos por soldados norteamericanos, los cuales les proveerán de todo lo necesario para que tengan una buena estancia en este lugar. Nuestros soldados están preparados para matar y no para cuidar personas. Nuestro ejército es un ejército profesional y disciplinado, por lo que se les tratará con respeto y dignidad. Serán alojados en carpas de lona, las cuales les servirán como viviendas temporales.
Hasta ahora, la política de mi gobierno, con relación a ustedes, es mantenerlos aquí por tiempo indefinido. Les aconsejo que no se desesperen, pues esta es una medida coyuntural, que en cualquier momento tiene que ser derogada. Esperamos y deseamos que su estancia en la Base les resulte  grata y corta- ¿Grata y corta? Pensé yo- ¿Algunos de ustedes desean hacer alguna pregunta o tienen alguna duda? – Reinó el silencio-
-Muchas gracias, les deseo buena suerte a todos ustedes- La comitiva se marchó.
Del guardacostas bajaron una escalera, como la que se utiliza en los aviones, hasta el muelle. Habían varios ómnibus esperándonos. Dos soldados se encontraban a ambos lados de la escalera esperando nuestro arribo.
La primera persona en bajar fue la Sra. haitiana que dio a luz en el barco, fue trasladada en una ambulancia. Luego la siguieron sus compatriotas. Por último lo hicimos nosotros.
Habíamos llegado a la Base Naval de Guantánamo, antesala 


Continuará


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De la hostia al coco seco



 | Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – Por ironía de la historia, cuando el Arzobispo de La Habana se dirige hoy a nuestra comunidad católica, está hablándole a un conglomerado dentro del cual predominan los que quizá se acerquen al catolicismo por carambola, o sea, a través de la Regla de Ocha.
Asimismo, cuando en las calles habaneras se amontona la gente de a pie para pedir bendición, y bendecir a la vez, al paso de la Virgen de la Caridad del Cobre, recién llegada desde el oriente, lo que en general demuestran no es apego a la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Es devoción por Ochún, la adorable deidad (muy particularmente venerada entre nosotros) de la santería cubana.
Cincuenta años de ateísmo impuesto por el poder político, si bien han dejado en Cuba sus secuelas, como todo atropello a los más elementales derechos de las personas, no consiguieron erradicar, ni reducir siquiera la innata tendencia de nuestros espíritus crédulos a mirar hacia arriba en procura del divino socorro.
Pero, eso sí, al igual que actúan en la geografía las fuerzas arrasadoras de la naturaleza (un ciclón, un rabo de nube), el ateísmo impuesto entre nosotros dejó muy mal paradas las expresiones convencionales de la fe, que al parecer eran aquí como los árboles sin raíces hondas. Y fue así como se produjo un fenómeno que los arrasadores no previeron y que, por supuesto, no estaba en sus planes:
Lejos de disolverse, la fe, junto a la innata proclividad de adoración hacia los poderes divinos, pasó entre nosotros (para decirlo con palabras de don Fernando Ortiz) de los altares de los dominadores al corazón de los humildes dominados.
No habría que repetir la consabida historia sobre el modo en que los esclavos africanos se vieron aquí obligados a ocultar sus dioses bajo disfraces católicos, víctimas de una opresión del espíritu no menos cruel que la del cuerpo, y mancornados a un sometimiento cultural que todavía hoy, con todo y el curso de los siglos, lleva a muchos a mirar por encima del hombro hacia las religiones cubanas de origen afro, considerándolas pintoresco folklor o invento bruto, surtidor de fanatismos, como si al final todas las religiones no lo fueran igualmente.
Pero de lo que se trata ahora no es de poner en solfa las emanaciones espirituales de nadie, ni dominados, ni dominadores. Que al fin ser o no religioso es un derecho humano tan respetable como otro cualquiera. Se trata sólo de refrendar esta curiosa ironía de la historia, según la cual la iglesia católica, dómine del alma nacional durante siglos, y hoy con su influencia hecha añicos por el poder político, necesita valerse de sus deidades disfrazadas por la santería a la hora de intentar un rescate de la inmensa parcela que le expropiaron.
De la hostia al coco seco y del coco seco a la hostia, mediante un curioso flujo y reflujo histórico que deberá dar muy buen trigo para los especialistas en el tema.
Pero es un proceso todavía prematuro. Y claro, están sin madurar sus más jugosos frutos. Pongamos por caso –para poner únicamente uno-, que falta por ver de qué manera y en qué medida la iglesia católica cubana lograría la hazaña de recuperar al menos la mitad de la cifra de sus antiguos feligreses en la Isla.
Algo sí parece seguro desde ahora mismo, y es que para su nueva tarea proselitista no estará dispuesta a pedir ni a distinguir públicamente la ayuda de los santeros; aun cuando éstos probablemente sí estén dispuestos a tirarle el cabo.
Todavía más, aunque la iglesia católica decidiera en rigor aprovechar la colaboración de la santería (de hecho, ya la aprovecha) difícilmente lo reconozca.
En cambio, parece evidente que sí han aceptado de buena gana la ayuda del poder político, el mismo que les llevó a la ruina. Entre dominadores anda otra vez el juego.
Sólo que puede ser un juego demasiado riesgoso para las autoridades eclesiásticas. Con mucho que perder y poco que ganar. De momento están invirtiendo su carta de triunfo para el futuro, que es el distanciamiento y la resuelta independencia que siempre mantuvieron ante el régimen, contra viento y marea.
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jueves, 17 de noviembre de 2011

Detrás de los nuevos cambios


Detrás de los nuevos cambios

 | Por Laritza Diversent
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – La nueva normativa vigente en materia de vivienda derogó una parte de las normas que impedían a los emigrantes cubanos disponer de sus viviendas antes de salir definitivamente del país. Sin embargo, dejó vigente la Ley 989 de 5 de diciembre de 1961, que impone el permiso de entrada y salida, y la confiscación de bienes por esta causa.
Desde antes de que fueran aprobadas las recientes medidas, se comentaba en círculos informales que esta ley sería eliminada del sistema legal cubano. Sin embargo, se derogó únicamente la normativa que la complementaba y permitía su aplicación.
El Instituto Nacional de la Vivienda, el Ministerio de Justicia y el Ministerio del Interior, por medio de la Resolución Conjunta No. 1/2011, derogaron la resolución que emitieron el 22 de agosto de 1995, que hacía efectiva la aplicación de la Ley 989/1961 y tenía como objetivo impedir que los emigrantes evitaran la confiscación y dispusieran de sus bienes antes de salir del país.
¿Por qué dejarían vigente una ley que ha perdido todo sentido? Con la nueva modificación, el Estado confiscará la vivienda de residencia de los propietarios que no hayan dispuesto de ella antes de emigrar. Tampoco tiene lógica mantenerla, porque impone a los cubanos el permiso de entrada y salida. La actual Ley de Migración y su Reglamento, imponen y regulan la forma de obtener estos permisos.
No obstante, continúan los comentarios a nivel de pasillo sobre la aprobación para finales de este año, de una nueva ley de migración. Si eso sucede, quizás se derogue expresamente la Ley 989/1961. Se rumora que extenderán el tiempo de permanencia en el exterior a dos años. Actualmente la residencia cubana se pierde a los 11 meses y un día.
Los más entusiasmados afirman que cuando el río suena es porque piedras trae. Personalmente no soy tan optimista. Me cuesta trabajo creer que el gobierno renuncie así de fácil a controlar su emigración.
De una cosa no hay dudas, la Ley 989/1961 entrará en desuso. Tal vez sobrevenga su derogación tácita. Sin embargo, en el sistema legal cubano, norma que no esté expresamente derogada, mantiene su vigencia. Una regla que rige por tradición.
El problema está en un posible retroceso. En 1993, el Estado, con la llegada del interminable Periodo Especial, permitió el auge del trabajo por cuenta propia. En 1997 comenzaron nuevamente las restricciones para obtener licencia de cuentapropistas, que fueron eliminadas en octubre de 2010 con las nuevas regulaciones para este sector. La incertidumbre se niega a abandonarnos.
Tampoco hay duda de que los cambios acontecidos y los que se rumora llegarán, son buenos y esperados por los cubanos. El problema está en que su adopción y permanencia dependen únicamente de la voluntad de la clase política, que entra en periodo de elecciones generales en 2012.
Quizás los cambios no sean más que eso: una estrategia para aumentar el nivel de aceptación del Partido Comunista de Cuba entre la población. No por casualidad están ocurriendo en la segunda mitad del primer mandato del jefe de Estado y de Gobierno, y Primer Secretario de la única y gobernante organización política reconocida en el país, Raúl Castro Ruz. Tal vez sea una simple coincidencia, pero  no me lo parece.


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miércoles, 16 de noviembre de 2011

Pequeña memoria de la estafa gubernamental


15 DE NOVIEMBRE DE 2011




Lo último que ha podido subsistir del patrimonio de los cubanos es la vivienda, debido a la voluntad totalitaria Fidel Castro, que dispuso por más de cincuenta años que todo era de su propiedad y solo él decidía qué era de quién y cuándo dejaba de serlo. Por suerte o por desgracia, el hogar es lo único que no se permitió sacrificar para sobrevivir la debacle por más de cincuenta años. Pronto aquella prohibición de venta de los bienes y raíces, quedará en el recuerdo.
A la población cubana, en la década del ochenta, se les despojó de las joyas heredadas de sus ancestros; ancianas que, por satisfacer a sus hijos y nietos y aliviarles la extrema pobreza, entregaron sus alhajas a cambio de unos billetes “chavitos”, que sólo tenían valor en una tienda dispuesta para la ocasión, donde los precios de los artículos eran irrisorios. Y todo funcionaba como un robo porque no existían otras tiendas donde pudieran obtenerse esos productos que no tenían nada de especial, que no fuera la ocasión de adquirirlos.
En aquellos tiempos poseer dólares era penalizado con sanciones de años de cárcel. La población enfrentaba el engranaje perfecto de un chantaje gubernamental que dejaba muy mal situada, ante los familiares, a aquellos dueños de las heredades que se negaban a perder el sacrificio y la memoria de sus antepasados. Al final, las ancianas que entregaron hasta sus anillos de compromiso, reliquia que exhibían en sus manos como vitrina de profundos sentimientos, lo hicieron con una mezcla de dolor y satisfacción por complacer a sus familias, pero les quedó la percepción que fueron timadas al igual que los indios a la llegada de los españoles, cuando intercambiaron las pepitas de oro por vidrios de colores.
El Estado también les compró sus jarrones de porcelana, plata y oro, los cuadros de pintores que sus antepasados colgaron para admirar en sus paredes, muebles de estilo. Riquezas que fueron a las arcas de los políticos o de sus familias y duermen en cajas de seguridad en bancos extranjeros. Quito lo del holocausto a los judíos porque se me hace un exceso, aquello fue por la fuerza y les sacaban hasta los dientes de oro.



Un pueblo como la caña: exprimido


La sociedad cubana ha sido saqueada espiritual y materialmente como la caña, que en múltiples ocasiones es pasada por el trapiche y pierde la consistencia, se deshace en bagazo y polvo. Lo doloroso es que todo ocurre bajo el silencio total, égida y complicidad de los funcionarios e intelectuales cubanos que se ahorraron los comentarios por el miedo que siempre les acompaña en su alma artística. Callaron ante el gran robo que significó aquel cambio de joyas por panes. Una vez no cumplieron aquel papel tan cacareado de que el intelectual es la voz de la sociedad, su abogado defensor, la memoria viva. Pero prefirieron darle la espalda al pueblo y a la historia que los recogerá en su justa medida.
Pero las circunstancias han cambiado tanto para la cúpula gobernante, que no le ha quedado más opción que revisar sus medidas extremistas y abrir el banderín, siempre en aras de su beneficio, olvidando los repetidos y extensos discursos que aseguraban que “la propiedad privada jamás regresaría a Cuba”. ¿Se han preguntado cuánto dolor debe causarle a Fidel Castro ver como se le desvanece en vida todo el castillo de naipe que nos obligó a visualizar, a creerlo como si fuera cierto y lo hubiéramos palpado? ¿Qué debe estar sucediendo y qué planes tienen que han comenzado a devolver algunas pequeñas libertades que antes quitaron y que les hace sentir que pierden su apreciado “poder”? Con seguridad es la misma sensación de impotencia de los amos cuando obligados vieron partir a sus esclavos libertos. Porque no debemos engañarnos, ninguna medida de este Gobierno jamás será para mejorar al pueblo, ni siquiera para devolver las libertades y derechos que le corresponden al ser humano.


El derecho de nacer… ¿en el lugar equivocado?

Por estos días se ha aprobado la venta de casas, algo que ya se venía pregonando. Pero hace más de un año también, como por “casualidad”, comenzaron en Cuba, después de cincuenta años de inmovilismo, a actualizar los Registros de la Propiedad. Todo se ha hecho con la mayor urgencia. Ha sido un llamado obligatorio a las empresas estatales, y de ineludible gestión de los ciudadanos para cualquier trámite con su vivienda. En cada municipio se han abierto las oficinas para asentar en los libros al propietario actual. Un movimiento con la mayor premura y presión. Saben que el tiempo se les acaba. Para ello se han entregado los locales para dichas oficinas, impartidos pequeños cursos de adiestramiento, impreso modelos que en la marcha han corregido, entrega de computadoras, archivos y material de oficina. Las visitas del Director Provincial de Justicia, y de los funcionarios políticos, es constante. Ellos también son presionados a otras instancias. Tienen que responder a cuánto asciende lo registrado a partir que se recibió la orden. El primero que comenzó la tarea, desde sus funciones como Presidente del Gobierno (Alcalde de La Habana), Juan Contino Aslan (que en paz descanse su pequeño poder), fue relevado del cargo, hasta ahora en “plan piyama” (dicen que por hacer lo mismo que sus antecesores y modelos políticos, entregar casas a sus amantes).
El Gobierno de Cuba no hace ningún movimiento que no le resulte una compensación. Pero en este caso, toda la parafernalia nos lleva a que la verdadera intención es la de recoger las antiguas propiedades pertenecientes a los viejos propietarios que abandonaron el país o fallecieron en Cuba.
El objetivo es borrar el pasado. Cuando el Estado obtenga en su poder todas las viejas propiedades, las harán desaparecer y, ante el Registro, solo quedarán las propiedades actualizadas. Ningún propietario “nacionalizado” a partir del 1959, ni sus herederos, podrán reclamar algo que no existe ni pueden probar documentalmente.
Quizá algunos se hayan llevado las propiedades al exilio, pero fueron los menos. Y podría creerse que es un gesto loable de los Castro para asegurarles a los cubanos que no serán echados a la calle cuando el inevitable cambio político asome; pero eso sería una ingenuidad. La razón real es que el grupo de poder intenta esconder sus propiedades familiares, que fueron confiscadas o inventariadas después de la partida de sus propietarios originales. Dentro de la gran montaña de movimiento de papeles que conllevan dichas inscripciones se perderán las personales. De paso, asegurarles a sus generales y acólitos que tampoco perderán sus intervenidas posesiones que les entregaron cuando llegaron al poder.


El país que se desangra
Los cubanos, en este carnaval de pequeñas libertades desconocidas, en su desesperación de cambiar su realidad, en el anhelo de hacer cumplir algunos sueños, sobre todo el de emigrar, podrían vender sus hogares. Los que desean quedarse en la isla, piensan en lo inmediato, que el dinero resolverá todas sus necesidades de prioridad: comer, vestir y dormir sin la tortura de no saber qué comerán al día siguiente. El Gobierno ya se ha encargado de advertir que “no se responsabiliza por las malas decisiones de los propietarios y luego de gastar el dinero terminen en viviendas en mal estado y les ocurran derrumbes, o se vean errantes sin un techo donde cobijarse".
Una vez más, nos preguntamos qué función tuvo esta supuesta revolución, qué se supone que se hizo para garantizarle al pueblo una vida segura con igualdad de derechos. ¿Qué ganamos por padecer una dictadura por más de cincuenta años si al término nos encontramos vendiendo lo único que poseemos, o mejor dicho, fue lo único que pudimos guardar? Y lo peor, que un Estado “socialista”, se desentiende de su pueblo, que fue su único estandarte y justificación en esta larga marcha de agonía.


El saco del Comandante


De niño pensábamos que el “coco” vendría por nosotros, por nuestro cuerpo, venía a recogernos por no comernos toda la papa (entiéndase boniato), o por no acostarnos temprano. Luego de crecer sabemos que el hombre del saco sí pasó por nuestras vidas, y se llevó en su fardo más que las riquezas y pertenencias familiares, las vidas y los sueños de mis abuelos, padres, hermanos, amigos, las mías a las que aún me aferro con las uñas y los dientes para que no sean arrebatadas, y ya manipula la de mis hijos y ahorita, si se lo permitimos, la de los nietos.
El Estado cubano, por más de medio siglo, se ha detenido frente al monstruo del “capitalismo” que describía en crítica constante, niños que asustaba conque “viene el coco”, y ha sido tanto su estudio minucioso del original, que por reflejo ahora se ha convertido en su imagen, “el hombre del saco que viene a llevarnos”, así nos asusta con el capitalismo la propaganda comunista.
Los cubanos hemos sido estafados. El Estado socialista lentamente va cediendo las ideas con que quiso eternizar la dictadura, un franco retroceso al capitalismo. Con las diferencias que ahora se estará más desprotegido porque no se tiene el conocimiento ni la infraestructura familiar ni social, para enfrentar y sostener una vida con dignidad.
La gran diferencia radica en quiénes son los únicos ganadores del cuantioso sacrificio de millones de cubanos en este más de medio siglo. La familia Castro vive en mansiones lujosas, poseen varios autos, yates, viajes constantes, negocios prósperos, fortunas y propiedades en otros países, en definitiva, disfrutan de una entrada económica que les permite vivir como millonarios.
El principio del siglo XXI ha comenzado a ser su final. Intuyen que se les acaba el tiempo. Lo único que no saben es cómo y qué idear para que su familia mantenga su estatus y riquezas, y asegurar, por supuesto, que luego no sean devueltas al pueblo cubano.
Mientras prolongan las estrategias de ventajas usureras de los gobernantes Castro, los sueños de los cubanos de libertad y próspera economía, se aplazan, continúan en plena postergación.

Ángel Santiesteban Prats



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EL GUARDACOSTA AMERICANO (CAPITULO lll) Continuación



(33)
 
La marcha del Guardacostas, continuaba lenta debido, fundamentalmente, al mal tiempo. El cielo estaba encapotado y las torrenciales lluvias no cesaban. Estas venían acompañadas de fuertes tormentas eléctricas.
Un hermano masón me reconoció por la sortija que traía puesta. Era de Pto. Padre. Salieron 12 personas en una lancha y permanecieron 48 horas en el mar, hasta que fueron rescatados por nuestro “salvavidas”. Entre ellos venia un médico.
Sobre las 6 de la tarde repartieron la cena, la cual resultó lo mismo del almuerzo.
La lluvia había cesado y soplaba una fuerte y agradable  brisa.
Después de escuchar algo de música me acosté. Eran sobre la 11pm.
Por la madrugada vinieron buscando al médico. Una haitiana se encontraba  de parto y había que socorrerla urgente. El marino que fungía como Dr. no sabía nada de estas cosas. El parto salió bien, dando a luz un varoncito.
Amaneció, era el día 3 de septiembre de 1994. Llevaba 5 días en el mar, pero, por gracia de Dios, vivo.
En el desayuno repartieron la misma harina, yo no la pasaba, me estaba causando alergia nada más de verla.
Sobre las 8:30am se divisaban una amplia cordillera de montañas, que a todas luces parecía la “Sierra Maestra”. Habíamos dado un rodeo a la Isla y pasamos de la costa norte a la costa sur de Cuba.
El viaje había sido lento, en primer lugar por el mal tiempo que tuvimos que afrontar durante el recorrido y en segundo por el delicado estado de salud de la Sra. haitiana.
Sobre las 10 de la mañana, nuestro coloso, hacía su entrada en la Bahía de Guantánamo. Era amplia y en sus aguas se encontraban cientos de barcos anclados en el muelle de la Bahía. En la cima de una loma se podía observar una “cúpula”, parecida a la del Capitolio nacional, pero algo mas pequeña. Me dio la impresión de ser un observatorio del tiempo.
Los barcos que se encontraban atracados en el muelle eran de todo tipo y tamaños; desde barcos de Guerras, Yates de turismo o barcos mercantes, hasta pequeñas embarcaciones privadas. De uno de los buques de pasajeros, atracados en el muelle, bajaban cientos de Balseros, que habían sido rescatados en el mar.
¡Al fín nuestra nave atracó en el muelle!  Momento muy esperado por todos nosotros. No sabíamos lo que nos podía esperar en este enclave militar, pero deseábamos cambiar de medio.
Después de 30 minutos subieron a bordo tres oficiales del ejército de los Estados Unidos. Vestían uniforme verde olivo camuflado de campaña; también era la primera vez en mi vida que veía a un soldado Norteamérica frente a mí.
Los tres eran oficiales jóvenes, que no pasaban de 30 años de edad. Uno de ellos nos dirigió la palabra en perfecto español:

-¡Señores, bienvenidos a La Base Naval de Guantánamo!  Desde este momento ustedes están protegidos  por el  Ejercito de los Estados Unidos de Norteamérica. Van a permanecer por tiempo indefinido en este territorio, hasta tanto se resuelva su situación migratoria. 

Continuará

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