jueves, 30 de junio de 2011

LA LINEA DE MANDO

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Por: Martha Beatriz Roque Cabello


Los cargos en los niveles más altos del gobierno están en estos momentos cubiertos por militares de alto rango, algunos de ellos incluso que no se habían retirado. Pero, también a las alturas intermedias de dirección, entiéndase empresas, negocios mixtos con extranjeros, gerencias de grandes tiendas y hoteles; hay oficiales de menor graduación, coroneles, tenientes coroneles y mayores, ya jubilados, pero dentro de la escala de la edad laboral, para la vida civil.

Es toda una casta que tiende a permanecer separada del resto de la sociedad, como una clase especial que tiene acceso a lo que dos generaciones de personas pobres quizás no hayan visto en su vida, y desgraciadamente de seguir este régimen dictatorial, morirán sin nunca conocer. Se puede hacer mención a los versos de José Ángel Buesa que rezan: “pasarás por mi vida sin saber que pasaste”.

Estos miembros de la familia mafiosa que dirige el país, residen en las mejores casas, de forma relativa, ya que son construcciones con más de 50 años, que fueron robadas a sus dueños, a través de las leyes que decían que eran para el pueblo; ubicadas en barrios bien atendidos, en el caso de La Habana: en Miramar, Vedado, Nuevo Vedado; y en provincias ocupan las mejores residencias en los municipios donde dirigen. Tienen autos, los del primer nivel con chapa blanca, para la que la policía ni siquiera mira; los otros con matrículas particulares y lo más importante sin racionamiento en la gasolina.

Este tipo de vida licenciosa, en medio de tantos problemas que tiene el país, no les permite preocuparse siquiera de los asuntos que les conciernen como dirigentes, y mucho menos ocuparse. La mayoría piensa en cómo traer nuevos equipos para la casa, coadyuvar a que sus hijos y nietos estén en el último grito de la moda, que puedan asistir a las pocas actividades nocturnas que se pagan en divisa, y lo más importante ingeniárselas para poder dar un viaje fuera del “terruño”, que permite acarrear “cosas”.

Sólo comentar un hecho que proporciona apreciar que se llueve sobre lo mojado, son los controles internos que se hacen a las empresas estatales. Pasan años y más años de repetir lo mismo, la contabilidad “no confiable”, que de hecho no es contabilidad y las cifras que se muestran al mundo como resultados de la eficiencia económica del país, que salen de un saco lleno de inexactitudes.

La contralora general de la República, Gladys Bejerano Portela, tendrá que acudir a buscar sinónimos para las palabras que usa, que están totalmente gastadas, y que no han resuelto el problema del descontrol general que existe en la economía y las finanzas del país.

Se supone que los directivos a los diferentes niveles, sean los máximos garantes de cuidar los recursos y controlarlos, pero siempre responsabilizan a los trabajadores, con la gastada retórica de que los bienes son del pueblo; es quizás por eso que cuando los toman no sienten que están robándole al Estado.

Según se informó en la prensa oficial, este año en la VI Comprobación del Control Interno en La Habana, se mostró un retroceso, ya que si bien, cuantitativamente, hay un discreto crecimiento de las calificaciones de aceptable (55%), el orden cualitativo es negativo, pues detectaron seis presuntos hechos delictivos y fueron determinadas elevadas afectaciones económicas superiores a las de 2010.

¿Y quién es responsable de esto? Primero que todo no se puede mirar para arriba, hay que poner sus ojos en los niveles más bajos y Danilo Guzmán que ocupa el cargo de contralor jefe provincial en La Habana, definió como causas de estas deficiencias: la pérdida de valores éticos y morales (sin tomar en consideración que la acepción de ética es el conjunto de normas morales que rigen la conducta humana); también forman parte de este desastre, según el dirigente provincial: la falta de asesoramiento, supervisión y control por los niveles superiores de las entidad; no utilizar el plan de prevención de riesgos como instrumento de trabajo y sus medidas son inefectivas; falta de exigencia en la aplicación de resoluciones ministeriales; indisciplina y violación de disposiciones jurídicas; (que nadie conoce o tiene guardadas en una gaveta, como acostumbra a decir Raúl Castro); descontrol administrativo y contable, ineficiencia en planificación y falta de análisis con los trabajadores de los planes económicos y el presupuesto, entre otras.

Sin embargo, le falto decir que nadie manda, y mucho menos la gente obedece, que es un verdadero caos lo que ocurre en cualquier lugar que pueda revisarse en el país. Lo que implica que la autoridad perdió el control en, por muy militarizado que esté el país.

De lo anterior se puede sacar como teoría que lo que va a dar al traste con el sistema es la pérdida de la línea de mando, que cada vez se acentúa más y se hace más evidente para todos.

La Habana, 30 de junio de 2011.



Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"

miércoles, 29 de junio de 2011

YOANI SANCHEZ: EL SACO DE LOS INCONFORMES.

Una imagen endulzada muestra a Cuba como un país donde triunfó la justicia social a pesar de tener como enemigo al imperialismo norteamericano. Durante más de medio siglo, se ha alimentado el espejismo de un pueblo unido en torno a un ideal, trabajando denodadamente por alcanzar la utopía bajo la sabia dirección de sus líderes. La propaganda política y la turística, distorsionadoras de nuestra realidad, han echado a correr la voz de que quienes se oponen a la causa revolucionaria son mercenarios sin ideología al servicio de amos extranjeros. Cabe preguntarse cómo ocurrió el proceso que llevó a millones de seres en este planeta a creer que la unanimidad se había instalado —de manera natural y voluntaria— en una isla de ciento once mil kilómetros cuadrados. Qué les hizo creerse el cuento de una nación ideológicamente monocromática y de un Partido que representaba y era apoyado por cada uno de sus pobladores. En el año 1959, cuando triunfó la insurrección contra el dictador Fulgencio Batista, los barbudos llegados al poder lanzaron a sus enemigos a un saco con el rótulo “esbirros y torturadores de la tiranía”.
A lo largo de la década del sesenta y como consecuencia de las leyes revolucionarias que terminaron por confiscar todas las propiedades productivas y lucrativas, aquel reservorio inicial tuvo que ensancharse y le añadieron las etiquetas “los terratenientes y explotadores de los humildes”, “los que pretenden regresar al bochornoso pasado capitalista” y otras de igual corte clasista. Al llegar los años ochenta cayeron en el depósito de los contrarios al sistema también “los que no están dispuestos a sacrificarse por el futuro luminoso” y “la escoria”, ese hallazgo lingüístico que pretendía definir a un subproducto del crisol donde se forjaba no solo la sociedad socialista sino también el hombre nuevo, que tendría el deber de construirla y algún día el placer de disfrutarla. Los rotuladores de la opinión no hacen ninguna diferencia entre quienes se opusieron a las promesas iniciales de transformación social y los creyentes que terminaron frustrados ante su incumplimiento. Porque toda promesa tiene un plazo, sobre todo si es política y cuando caducan las prórrogas proclamadas en los discursos, se agota la paciencia y aparecen posiciones difíciles de etiquetar por esos eternos clasificadores de ciudadanos. De manera que desde hace varias décadas han aparecido en Cuba quienes sostienen que las cosas debieron hacerse de otra forma, los que llegaron a la conclusión de que toda una nación fue arrastrada a la realización de una misión imposible, un gran número que quisiera introducir algunas reformas e incluso los que pretenden cambiarlo todo.
Pero ahí está el saco con su insaciable boca abierta y la misma mano arrojando a su interior a todo el que se atreva a enfrentarse a la única posible “verdad” monopolizada por el poder. No importa si es socialdemócrata o liberal, demócrata cristiano o ecologista, o simplemente un inconforme independiente; si no está de acuerdo con los dictados del único partido permitido —el comunista—, es tomado como un opositor, un mercenario, un vendepatria, en fin, se le clasifica como un agente a sueldo del imperialismo.
Obstinadamente muchos siguen mirando la estampita edulcorada que muestra un proceso social justiciero y tratan de justificar la intolerancia que lo acompaña a partir de sus logros —ya bastante deteriorados— en la salud y la educación. Son quienes no pueden entender que los modelos usados para perfilar el retrato triunfalista del sistema cubano, se tornan muy diferentes cuando se bajan del pedestal donde posan. Paciente hospitalario y alumno de una escuela no son sinónimos de ciudadanos de una república. Cuando un hombre o una mujer de carne y hueso —con aspiraciones personales y sueños propios— se encuentra fuera de “la zona de beneficios de la revolución”, descubre que no tiene un espacio privado donde fundar una familia, ni un salario correspondiente con su trabajo, ni un proyecto de prosperidad lícito y decente. Cuando además reflexiona sobre los caminos que tiene a su alcance para modificar su situación, encuentra que solo le queda emigrar o delinquir. Si llega a meditar en como modificar la situación del país, descubrirá lleno de pánico el amenazante dedo acusador de un Estado omnipresente, el insulto descalificador, la intolerancia revolucionaria que no admite ni críticas ni propuestas. Se dará cuenta entonces que ha ido a parar al saco de los disidentes, donde por el momento sólo le aguarda la estigmatización, el exilio o la cárcel.

Publicado: 9-29-10



Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"

martes, 28 de junio de 2011

China no es el futuro

Por el Dr. Darsi Ferrer.
28-6-2011


El gran país de Asia es una extraña mezcla de elementos modernos de desarrollo ligado a viejas y reforzadas prácticas de totalitarismo comunista y milenario autoritarismo imperial.
Muchos analistas dan por sentado que el modelo económico chino tiene todos los elementos de sostenido desarrollo que permite augurar que será la próxima potencia hegemónica mundial a la vuelta de unos años. Hasta un venerable maestro como Mario Vargas Llosa se lanza entusiasta a ponerlo como ejemplo a destacar para el crecimiento económico de América Latina.
Y no es para menos. Según los últimos datos anunciados, las cifras de macro-desarrollo son apabullantes: un Producto Interior Bruto de seis billones y un crecimiento en el 2010 de un 10,3 % de la economía; un superávit comercial de 10,460 millones de dólares; un reciente volumen comercial de 143,300 millones de dólares, 79,950 de ellos en exportaciones; y de acuerdo a las cifras aportadas por la Administración General de Aduanas, las exportaciones del país alcanzaron la cifra de 274,200 millones de dólares en los primeros cuatro meses del año en curso, lo que representa un incremento anual del 25,8 %… y por ahí sigue.
Sin embargo, aunque encandilan estas frías estadísticas que tan bien suenan al oído, detrás se oculta un trasfondo donde graves asuntos nacionales y humanos permanecen relegados y reprimidos.
¿Puede una sociedad económicamente pujante como la de China dejar más de la mitad de su territorio, con el grueso de sus habitantes, fuera de la prosperidad que se anuncia a bombo y platillo? Entre 700 y 800 millones de ciudadanos chinos permanecen encerrados en una vasta zona donde el oropel y la modernidad de ciudades como Shanghái son solo vislumbradas por la TV. China permanece dividida en tres rígidas fronteras interiores. En la mayor zona, ubicada en el Oeste del país y en un enorme pedazo de la norteña Manchuria, el 60 % de la capacidad industrial del país lo constituyen empresas irrentables dotadas de tecnologías de la Era Soviética, las que son explotadas con mano firme por los mandarines del Partido Comunista y sufragadas con los impuestos que se le extrae al capitalismo de la zona oriental del país, esa que hace brillar tantas cifras de desarrollo a nivel internacional.
Unos cincuenta millones de chinos escapan o lo intentan desde esa zona subdesarrollada, colándose a través de las rígidas fronteras interiores sin el pasaporte requerido, muy difícil de obtener sin una buena cantidad de dinero que lo “unte”. Los millones que lo logran, pasan a integrar las abultadas filas de desempleados que esperan ocupar una plaza en las largas cadenas productivas de las nuevas fábricas, trabajando en agotadores turnos de doce y catorce horas, siempre temiendo un momento de debilidad que pueda significar el despido y sustitución por otro, a cambio de una magra remuneración, mientras malviven y duermen en la misma fábrica el poco tiempo libre que les queda.
El régimen de Beijing, organizado en una especie de Neo-Imperio Celeste, donde los burócratas del Partido Comunista son los nuevos sabios que rigen y controlan al dedillo un vasto territorio, con todo el ganado humano dentro, exuda represión y control por los cuatro costados. El laogai, o sistema penitencial nacional, es de una dureza tan atroz que una parte significativa de sus prisioneros no sale vivo del encierro. Emulando a su modelo original, el GULAG soviético, explotan a sus cautivos de modo indiscriminado, lo mismo en duros trabajos físicos como ejecutando juegos de Internet (World of Warcraft) que representan un proceso de recolección diaria de dinero electrónico (gold farming). Estas personas, al igual que la población fuera de sus alambradas, no disfrutan de ninguna protección ante un mecanismo de represión tradicional en los totalitarismos. Así se muele constantemente a una décima parte de la población con el objetivo de explotar sin límites su mano de obra y de aterrorizar al resto para mantener un bajo nivel de rebeldía.
Mas, ¿se logra contener las protestas contra la injusticia, la corrupción y el abuso de poder que vierte a borbotones el Partido Comunista Chino? Recientes protestas violentas en Shanghái, huelgas en la ciudad fabril de Xintang y hasta violentos actos terroristas y manifestaciones en distintas regiones del vasto oeste de la nación, demuestran las pujantes contradicciones presentes entre el statu quo y las ansias de oportunidades de vida digna de grandes sectores sociales.
Definiendo aun mejor su perfil represivo, el gobierno-partido sostiene dos enclaves coloniales internos, uno en el ocupado Tíbet y otro en la denominada Región Autónoma Uigur de Xinjiang. En ambos ha reprimido ferozmente cualquier manifestación de protesta y ha emprendido un concienzudo proceso de colonización china, imponiendo una lengua y cultura que son ajenas a los pueblos de dichas regiones.
En política exterior, China ha sostenido una vieja práctica de la guerra fría, la de sostener estados satélites de un oscuro perfil totalitario, como Myanmar y Corea del Norte, en función de elementos de presión internacional a Occidente, unida a otras novedades más prácticas. Los chinos sostienen un régimen represivo, caduco y económicamente quebrado como el del octogenario Robert Mugabe a la par de extraer enormes cantidades de minerales estratégicos para sus industrias en Asia. Las inversiones chinas en las reservas mineras de países del sur de África, Namibia, Zambia y Zaire, cumplen ese mismo cometido en busca del estaño, cinc, níquel y cobalto necesario para sus industrias.
Además, China exporta el modelo explotador de capitalismo de estado descrito anteriormente creando empresas en Occidente, incluida América Latina, donde trabajadores chinos laboran por muy bajos salarios y en condiciones deplorables. Los promotores y propietarios de estas empresas son los miembros de la nomenclatura partidista china. Ponen en práctica un mecanismo de soborno y corrupción en los aparatos burocráticos de los estados sedes que les permite imponer sus productos y servicios con una competencia desleal e ilegal.
Hay algo siniestro y artero en el estado chino cuando ni siquiera se toleran prácticas espirituales y ejercicios físicos como los de los seguidores del Falun Gong. Aunque un aparente defensor de la globalización y la economía de mercado, el gobierno-partido chino mantiene controlados los medios de comunicación y han desarrollado prácticas de coacción que estimulan la autocensura en los creadores y pensadores de la cultura nacional en todas las manifestaciones del arte y las comunicaciones.
De hecho, el gran país de Asia es una extraña mezcla de elementos modernos de desarrollo ligado a viejas y reforzadas prácticas de totalitarismo comunista y milenario autoritarismo imperial. La disparidad del ingreso real de los ciudadanos ha adquirido una dimensión nueva bajo esta égida de buen rostro y saludable desarrollo.
¿Puede un modelo así, distanciado por las malas de las influencias del humanismo occidental, con su énfasis en la libertad, la democracia, la transparencia informativa, el estado de derecho, transformarse en un guía hegemónico mundial? No es muy probable. A la par de las contradicciones descritas, el renacido sueño imperial, emergido de la rigidez autoritaria manchú, la humillación colonial y el aplastamiento de la nación mediante los salvajes experimentos sociales del maoísmo, se sostiene con piernas construidas con el material que se fabrican los sueños. Estas contradicciones, ya se avizoran, tendrán un factor de ficción desfavorable, alentados gracias a los ejemplos de rebeldía nacional que emergen cada día del presente en el mundo islámico y por las fuerzas incalculables e impredecibles que aportan los medios de comunicación modernos.
No se puede manejar la Globalización al antojo por demasiado tiempo, eligiendo qué conviene de ella y qué no será permitido. Los dirigentes partidistas chinos deberían ser verdaderamente sabios e ir entregando gradualmente los mecanismos del poder a las fuerzas del progreso que están latentes en el país. La nación posee unas condiciones económicas mucho más favorables que hace una treintena de años, pero el sostenimiento de un rígido modelo de control puede llevarlo todo al traste mucho más temprano de lo que se imagina. Quizá entonces el país retroceda una buena distancia en su actual pretensión hegemónica, pero sobre bases verdaderamente democráticas y de libertad, solo en esas circunstancias podrá reemprender el camino del desarrollo natural y armónico.

Dr. Darsi Ferrer.



Posteado por: "Comité Pro Libertad de Presos Políticos Cubanos"